Freitag, 30. Mai 2008

La vida del Diablo

Una de las cosas más curiosas que me están ocurriendo una vez que decidí (bueno, no lo decidí yo, fue tal cúmulo de circunstancias que lo hicieron) dejar de ponerme hasta el culo de Heroína son las ganas que me entran de tirarme por la ventana.

Supongo que una vez que dejas de estar anestesiado frente a la vida, una vez que las cosas te van importando, una vez que tienes más paciencia y aguantas más insultos sin alterarte, una vez que sonrío, una vez que escucho y hago que estoy atento, una vez que la gente me sigue mirando raro pero no ve mis dedos manchados de negro, una vez que cuando me siento solo pienso que soy como los demás, y me da gusto. Pues bien, una vez que todas y más cosas de esas me pasan más fuerza bruta natural surge en mi interior.
Puede que sea que todos mis órganos internos funcionan normalmente y desde hacía mucho no generaban ese calor y fuerza que normalmente tenemos cuando estamos sanos. Será, ¡yo qué ostias sé! Pero me entran muchas ganas de estrellar mi coche contra un muro, de tirarme al mar en una tormenta, de lanzarme al vacio oscuro…

De eso y más

Sigue sin gustarme esta vida “a pelo” la siento hueca, es mejor, claro. Puedo trabajar y hablar y ligar y a veces follar como todos, puedo hacer todo como vosotros. ¿Pero qué pasa cuando no estamos con nadie, absortos en nuestros pensamientos?, ahí, en ese estado, se agolpan los pensamientos en mi cabeza, las comparaciones, la forma de vida. Una balanza aparece en mi cerebro y en ambos platillos se comparan dos formas de existencia, de sentir, de vivir…de luchar. Comparación, comparación, comparación…

Estoy aquí en el borde de la ventana, veo un verde paisaje, estoy muy alto, muy alto, con las puntas de los píes al aire, los talones asentados en el quicio de la ventana. Y me da el aire en la cara


¿a alguien le gusta que le sople el diablo en la cara?