Freitag, 2. Oktober 2009

Supongo que...

Supongo que es algo que ocurre con mucha frecuencia, supongo que es algo que a todo el mundo le ocurre, creo que es difícil entenderse consigo mismo.
Siempre pienso, y es casi algo mecánico o escrito en los genes, que lo que pienso o se me ocurre o me viene a la cabeza es algo muy mío, nace en mi por las razones que sean y en mi tiene lugar esos pensamientos.
Sabemos que lo primero es pensar y después viene actuar. Sabemos que lo que pensamos nace dentro de nosotros. Y sabemos que muchas veces al pensar las cosas dos veces o tardar algo de tiempo en poner en marcha nuestros pensamientos, estos cambian.
La cuestión es que gran parte de nuestra vida la pasamos discutiendo con nosotros mismos. Hay que tener en cuenta que somos muy indulgentes con nosotros mismos, que nos perdonamos casi todo y que tenemos justificación para cada uno de nuestros erróneos actos. Me refiero a que yo cuando necesito resolver cierto problema que se me presenta en la vida, pienso, medito y vuelvo a hacerlo, hasta que por avatares del destino doy con la clave y reconozco que el pensamiento que tengo debo llevarlo a la práctica. Al hacerlo unas veces sale bien y otras sale mal.

En este momento se presenta lo que trato de explicar con esta carta, empiezo a discutir conmigo mismo. Si sale mal la cosa me desdoblo y una parte de mi me juzga negativamente y otra parte de mi me justifica con cualquier peculiar o peregrino motivo.
Si la cosa sale bien, igualmente mantengo una conversación conmigo mismo, generalmente alabándome y puliendo mi ego. En ambos casos mantengo una conversación que puede llamarse en términos generales: “intercambio de pareceres”.

Sabemos que hablamos con nosotros mismos, sabemos que discutimos con nosotros mismos, sabemos que nos juzgamos, sabemos que mantenemos una opinión acerca de nosotros, que cambia a menudo que jamás dura mucho pero que al fin y al cabo es una opinión mía sobre mi. La vida nos da esta paradoja. La vida nos pone enfrente de nosotros mismos y nos dice que nos formemos cierta opinión de nuestro “yo”.

Supongo que es algo que ocurre con mucha frecuencia, supongo que a todo el mundo le ocurre, creo que es difícil entenderse consigo mismo.

Y lo es porque la vida nos juega la mala pasada de enfrentarnos a nosotros mismos y de lidiar con nosotros mismos. Nos dice;
“Mira ahí te tienes, mira a ver que haces contigo mismo. No, no te digo que seas así o de otra forma, no. Te coloco enfrente de ti mismo y te digo, mira a ver que haces contigo.”
Como ya he dicho, lo resolvemos charlando con nosotros mismos, discutiendo, estando de acuerdo, odiándonos, queriéndonos…

Bueno así es, lo conocemos desde que tenemos “sentido común” lo sabemos como los animales saben volver a la cueva donde duermen. Es instintivo y tampoco creo que le demos gran importancia más bien lo tomamos como algo necesario, enriquecedor y parte de nuestro crecimiento como “seres humanos”. Nos encojemos de hombros y oigo que decimos: “Así es la vida, qué le vamos a hacer”

Pues bien, si todo esto parece ser tan natural, parece ser algo que forma parte de nuestra naturaleza,
¿Por qué cuando hacemos esto mismo con otro ser humano, cuando enfrente de nosotros está otra persona en vez de nosotros mismos, es tan diferente la cosa?
¿Por qué algo que estamos acostumbrados a hacer y sabemos como funciona, su mecanismo, sus reglas, su resultado…resulta tan absolutamente diferente cuando hay otro “yo” enfrente?
Al fin y al cabo es lo mismo, tanto mi “yo” como el otro “yo” se puede decir que es lo mismo, ambos saben como funciona el “intercambio de pareceres” y que cuando lo hacemos con nosotros mismos lo tomamos como algo natural y no se nos despierta el sentimiento de defensa y ataque, sobre todo no se nos despierta el sentimiento de rabia u odio, sentimientos extremos llenos de fuerza devastadora, armas de destrucción masiva.

Supongo que es algo que ocurre con mucha frecuencia, supongo que a todo el mundo le ocurre, creo que es difícil entenderse consigo mismo.
Lo es, ciertamente, pero jamás he me he visto atacándome a mi mismo ni machacándome hasta extremos de sadismo patológico. Sé que es difícil entenderse uno mismo, sé que es difícil entenderse con “otro”, lo que no entiendo es porqué tiene que ser tan sumamente doloroso el no estar de acuerdo con ciertas cosas que nos dice el “otro”. Claro que existen opiniones y pareceres muy distintos entre las personas, claro que cada uno de nosotros interpreta la vida de acuerdo a sus 6 sentidos, claro que somos muy diferentes.
Pero todo eso lo sabemos y también sabemos manejarnos ante diferentes opiniones cuando somos nosotros quienes nos las planteamos. El “otro” es alguien que tiene y dispone de los mismos medios que yo, alguien a quien le pasa lo mismo que a mi, alguien quien sufre y se alegra casi exactamente por los mismos motivos que yo.
¿Cómo es posible que no podamos intercambiar nuestros pareceres con cierta comprensión y mantenernos algo más fríos cuando lo hacemos…y sobre todo
¿Dónde está, donde hemos dejado nuestra inteligencia?

Creo que ni siquiera entendemos bien cuando decimos con todo nuestro ser, con toda nuestra Alma; ¡¡Perdón!!